No juzgo a las personas que dicen amar a los animales no humanos e
igualmente se los comen. A pesar de que lo encuentro
una inconsecuencia, puedo entenderlo, ya que no siempre es fácil dejar
de comer animales no humanos. Sin embargo, siempre me ha llamado la atención
algunas personas que se mueven por la noble causa de luchar contra la
caza de ballenas.
Much@s lloran, con justa razón, y
sufren al ver las macabras cacerías de ballenas en nuestros mares; sin
embargo, siempre me he preguntado ¿por qué no lloran con la misma
tristeza ante la pesca diaria de millones de peces? De hecho, muchas de
estas personas que defienden a los grandes mamíferos, no sienten ninguna
lástima al servirse algún pescado. ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál es la
diferencia que hace más especial a una ballena que a un pez? ¿El hecho
de estar en peligro de extinción? ¿Su tamaño?
Si
consideramos que la razón fuera estar en peligro de extinción, eso
querría decir que si las ballenas llenaran las aguas saladas del
planeta, no debiera importarnos su caza. Si la diferencia fuera su
tamaño, estaríamos cayendo en un especismo, en donde, por ciertos
atributos, consideramos a un ser vivo más "importante" que otro.
El
término "especismo" fue introducido por primera vez por el psicólogo
inglés Richard D. Ryder el año 1970, el cual plantea una discriminación
moral basada en la diferencia de especie animal; en la humanidad, se
enfoca en la superioridad que tendría el ser humano frente al resto de
los animales no humanos, simplemente por ser un Homo sapiens, cayendo así en un antropocentrismo moral.
Por
ende, podríamos definir al especismo como un prejuicio similar al
sexismo, al racismo y al clasismo, donde, en el primero, simplemente se
discrimina moralmente a un individuo por el simple hecho de pertenecer a
otra especie. Y esto lo vivimos todos los días: comemos vacas, cerdos,
pollos, entre otros animales, pero en la cultura occidental, no se nos
ocurriría comer un gato o un perro. No importa si matamos una hormiga o
un insecto, pero si el rey de España va de cacería con sus amigos a
matar elefantes, nos indignamos. Y es en esos casos, donde caemos en el
especismo. ¿Por qué la vida de una hormiga vale menos que la de un
elefante? ¿Por qué si en una autopista, en la cual no puedo detenerme,
atropello a un perro, sigo de largo? Pero, ¿si en la misma autopista, atropellara a un humano,
pararía, a pesar de lo riesgoso que pudiera ser aquella maniobra?
Creo
que la base para terminar con el especismo es un mínimo de empatía,
ponernos en el lugar del otro. Tal vez, no podamos identificarnos con la
vida de un cerdo o una vaca, pero para el resto de los animales no
humanos su vida es importante en el mismo sentido básico que lo es para
los animales humanos la nuestra. En general, todos los animales humanos y
no humanos tenemos la capacidad de sentir, entonces, ¿por qué el dolor
de un animal pequeño, ante nuestros ojos, es inferior a nuestro dolor?
Toda esta reflexión, me ha hecho recordar la siguiente parábola, que invita a ponerse en el lugar del otro:
EL JOVEN, LAS ESTRELLAS Y EL MAR
Atanasio era un hombre entrado en años, inteligente, culto y con
sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida. Solía ir a su
cabaña de la playa, donde pasaba temporadas escribiendo y buscando
inspiración para sus libros. Tenía la costumbre de caminar antes de
comenzar su trabajo. Un amanecer, mientras paseaba junto al mar, observó
a lo lejos una figura humana que se movía como un bailarín. Se sonrió
al pensar en alguien bailando para saludar al día.
Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven. Comprobó que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y suavemente, lanzarlo al mar.
A medida que se iba acercando, saludó: -¡Buen día, joven! ¿Qué está haciendo? El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: -Arrojo estrellas de mar al océano. -¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano- dijo el sabio. El joven respondió: -Hay sol y la marea está bajando; si no las arrojo al mar, morirán.
Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven. Comprobó que no bailaba, sino que se agachaba para recoger algo y suavemente, lanzarlo al mar.
A medida que se iba acercando, saludó: -¡Buen día, joven! ¿Qué está haciendo? El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: -Arrojo estrellas de mar al océano. -¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano- dijo el sabio. El joven respondió: -Hay sol y la marea está bajando; si no las arrojo al mar, morirán.
Pero joven –replicó el sabio- ¿No se da cuenta de que hay cientos de
kilómetros de playa y millones de estrellas de mar? ¡Nunca tendrás
tiempo de salvarlas a todas! ¿Realmente piensa que su esfuerzo tiene
sentido?
El joven lo escuchó respetuosamente, luego se
agachó, recogió otra estrella de mar, la lanzó con fuerza por encima de
las olas y exclamó: “¡Para aquella… sí, tuvo sentido!”
Por Cristina Valdivia
Cris:
ResponderBorrarCreo que defiendes tu punto de vista de forma inteligente.
Honestamente, es un tema que no me he cuestionado ni me genera conflicto.
Soy omnívoro, tengo mascotas, actualmente dos perritas, no me agrada la caza de ballenas ni la caza mayor, menor ni de ninguna especie, rechazo las corridas de toros, el rodeo y el maltrato animal, aunque no soy militante de estas causas animalistas, por decirlo de algún modo.
Adoro comer pescado, vacuno y cerdo. El pollo no me gusta tanto, pero también lo como. Debe ser la costumbre. Desde niño fui educado en esta forma de alimentación. Soy incapaz de matar a un animal, pero el hecho de comprar un bistec, una pechuga de pollo o un trozo de pescado no me causa ningún remordimiento ni rechazo. Nada de nada. La cultura es bien potente. Y nuestras formas de alimentación son parte de esa cultura.
Es verdad. Si pienso en la forma en que se sacrifican animales para que uno se alimente, resulta chocante, violento, crudo.
No defiendo las acciones humanas solamente por la tradición o la costumbre. Hay países o comunidades donde se practica la mutilación genital. Rechazo esa costumbre. O lugares donde las niñas se casan con hombres adultos sin consentimiento. Rechazo esa práctica.
¿Por qué sigo comiendo carne? Mi respuesta sincera, cruda y simple es que me gusta comer carne y creo que me beneficia hacerlo, especialmente el pescado.
Seguramente mi conciencia está enfocada en temas que atañen más al ser humano, a las personas y eso influye en mi condición de omnívoro. Tal vez deba darle una vuelta más a este tema, pero te confieso que no es lo único donde puedo evidenciarme como inconsecuente.
Saludos cordiales,
Estimado:
BorrarMuchísimas gracias por tu comentario y tu reflexión tan sincera.
Un abrazo.
que iniciativa tuya tan concienzuda de hacer éste blog... gracias por tu generosidad e inteligencia en administrar éste... atenta a las novedades... saludos Clau
ResponderBorrarMuchas gracias Clau por tu retroalimentación. Disculpa por responder después de tanto tiempo, me había sido imposible revisar este blog por muchas actividades... Tu mensaje me motiva a seguir publicando de manera más periódica. Un abrazo.
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