Hace un mes fui al dentista: un conocido de mi madre con
el que acostumbro a atenderme. Después de más de media hora de sufrimiento y
con mi lado izquierdo lleno de anestesia, me señaló que me fuera a casa a reposar,
sin embargo, intentando hablar de manera entendible con un algodón en la boca,
le mencioné que debía ir a clases. Ante eso, me preguntó: “¿Qué estás
estudiando?”. Le respondí: “Naturopatía”. Me puso la cara que muchos ponen
frente a esa palabra de once letras y me dijo: “¿Qué es eso?”. Someramente, le
señalé que se trataba de medicina natural, complementaria, con asignaturas como
Flores de Bach, Homeopatía, Nutrición,
entre otras, respuesta que pareció
dejarlo conforme en su ignorancia inicial.
Hace dos semanas, mi madre fue donde su conocido
dentista, quien le señaló muy suelto de cuerpo: “¡Así que tu hija está
estudiando para bruja!”... Creo que no necesito explicar cómo me sentí.
Sé que la realidad está hecha de lenguaje. Todo es
lenguaje y lo que no se nombra no existe. Recuerdo cómo mencionamos esto en una
representación que hicimos con mis compañeras y compañeros el semestre pasado,
aludiendo a que el término Naturopatía ni siquiera aparece en el Diccionario de
la Real Academia Española... pero, esto, poco a poco está cambiando.
Hace algunas semanas atrás me enteré de que la Real
Academia Española entregó el “bruto” de la próxima edición de su Diccionario.
La maravillosa noticia es que, en esta futura edición, se ha incorporado el
término “naturópata”, el cual ni siquiera el corrector del Word con el que
escribo estas líneas me lo reconoce.
Cómo no estar contenta con este hecho, si para la gran
mayoría de las personas el término “Naturopatía” es desconocido (yo no sabía de
qué se trataba hasta el año pasado, cuando terminando de leer un libro de una
conocida vegana española, descubrí qué era ser naturópata). Sin saber bien si
la definición que integrará la RAE será adecuada, por fin, muchas personas
podrán tener un primer acercamiento a lo que significa ser naturópata.
Hay mucho desconocimiento en torno a esta temática:
algunos, como el caballero dentista, creen que tiene que ver con brujería;
otros, que algo pueden saber al respecto, la miran en menos, comparándola siempre
con la medicina convencional alópata y menospreciándola; sin embargo, no
debemos olvidar a muchos que sí saben del tema e intentan practicarla, a pesar
de los obstáculos que nos pone la realidad postmoderna para llevar una vida más
sana.
Es por ello la gran importancia de esta integración
idiomática. No es posible que personas destacadas que hicieron grandes aportes
a la medicina natural como Manuel Lezaeta Acharán, Samuel Hahnemann, Claude
Bernard o Sebastian Kneipp sean olvidados. Tampoco puede ser que se menosprecie
esta área del conocimiento humano, simplemente por ignorancia, y se crea que
tiene que ver con magia o fe. Actualmente, la carrera de Naturopatía que estoy
cursando cuenta con asignaturas como Biología Celular, Anatomía, Fisiología,
Patología, Semiología (clínica), Epidemiología, Nutrición, Psicología,
Farmacología comparada, entre otras importantes disciplinas, además de las más
cercanas a la Naturopatía. ¿Realmente me estoy formando para volar sobre una
escoba bajo la luna llena?
Sé que queda mucho por hacer. Recién estamos empezando.
Los actuales y los futuros naturópatas tendremos que sortear duros obstáculos
para posicionarnos en un contexto que se nos reconozca, se nos respete y se
confíe en nosotros. También eso de- pende de nosotros, de nuestra constante e
interminable preparación, de nuestro profesionalismo y de la entrega con que
hagamos nuestro trabajo. No podemos dejarle todo a la RAE. Si queremos que la
Naturopatía exista y tenga un buen vivir, dependerá, en gran parte, de quienes
la ejerzamos.
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